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Alberto Durero: Obra gráfica en el Städel Museum (26 junio - 9 septiembre)

Alberto Durero: Obra gráfica en el Städel Museum  (26 junio - 9 septiembre)

Alberto Durero (Nuremberg, 1471–1528) es considerado el artista más importante del Renacimiento alemán. Su obra refleja una época de cambio a cuyo nuevo concepto del mundo confirió expresión artística. Además logró combinar, como ningún otro de sus contemporáneos, las tradiciones artísticas de la Baja Edad Media del norte de los Alpes con el Renacimiento italiano, caracterizado por un nuevo interés por el arte clásico, y redefinió el papel social y espiritual del artista bajo la influencia del pensamiento humanista. La obra de Durero ha trascendido su época y ha influido en el desarrollo del arte, sobre todo el alemán, hasta bien entrada la época moderna.

La obra gráfica de Durero comprende algo más de cien grabados en plancha de cobre y alrededor de 330 grabados en madera, sin contar los varios cientos de ilustraciones de libros. La Colección del Städel Museum posee casi la totalidad de obra gráfica y la calidad de estampación de los diferentes ejemplares es generalmente excepcional. La exposición muestra una selección de estos valiosos fondos que, en su mayor parte, proceden de la colección del fundador del Museo, el banquero de Frankfurt Johann Friedrich Städel (1728–1816) e incluyendo las principales obras gráficas del artista, proporciona una visión global y representativa de la evolución de Durero como grabador.

Hijo de un orfebre de Nuremberg, Durero aprendió la técnica del grabado en metal en su niñez. Se formó como pintor en el taller de Michael Wolgemut en Nuremberg, que también diseñaba ilustraciones para grabados en madera para libros. Hacia 1495, después de su “viaje de fin de estudios” y su primera visita a Italia, Durero comenzó a hacerse un nombre en el ámbito de los “nuevos medios”, es decir, con las técnicas de grabado en cobre y en madera desarrolladas en el siglo XV. Más que con los dibujos o la pintura, que dependían de sus clientes, Durero pudo desarrollar sus nuevas ideas con los grabados, que creaba según sus propios conceptos y por su cuenta. Estos grabados se estamparon en grandes cantidades y lograron una amplia difusión, por lo que el artista no sólo obtuvo importantes ingresos, sino que también se dio a conocer en toda Europa.

Con grandes series de grabados en madera como El Apocalipsis (ca. 1496–98) y una parte de la Gran Pasión, Durero se convirtió en un artista famoso antes del cambio de siglo, a lo que también contribuyeron sus sensacionales grabados en cobre, con temas completamente nuevos y una técnica que rivalizaba con la pintura. En 1504 publicó el grabado Adán y Eva, en el que, siguiendo el modelo del arte clásico, intentó establecer las proporciones ideales de la figura humana. Los tres “grabados maestros” El caballero, la muerte y el diablo, San Jerónimo en su celda y Melancolía I de 1513–14 constituyen gráficamente el momento de máximo esplendor en la historia de la técnica del grabado en cobre. Después de estas obras maestras del grabado, Durero experimentó con nuevas técnicas gráficas como la punta seca y el aguafuerte y colaboró con otros artistas en grandes proyectos de grabados en madera para su protector y mecenas, el emperador Maximiliano I. En sus últimos años se concentró en sus tratados sobre la comprensión y representación gráfica de la naturaleza y sobre la teoría de las proporciones.

Martin Sonnabend
Comisario de la exposición

Una exposición del Städel Museum en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao

4 comentarios

AnóniMATo -

OLa k axe Soy AnoniMato

coach bags -

Gracias por compartir esos artículo! Será útil.*

Creative Recreation -

You introduction is detail, thank you so significantly information, but why do not you deliver some reference photographs?

Arnaut Domerc -

Muy bueno este artículo publicado en http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=511

¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?

Durero en el Guggenheim: cosa fina

El Guggenheim de Bilbao celebra su décimo aniversario con una importante exposición del pintor y grabador alemán Alberto Durero (1471-1528). Esta exposición es “la más importante y rica realizada desde 1971, cuando el quinto centenario del nacimiento del artista”, ha explicado el Guggenheim. La exposición se compone de una notable cantidad de piezas, esencialmente grabados y aguafuertes, que provienen del Museo Städel de Frankfurt. Podrá ser visitada hasta el próximo 9 de septiembre.

Para este décimo aniversario, el Guggenheim ha previsto también otras exposiciones. Entre ellas, la muestra “USArt”, consagrada a trescientos años de arte norteamericano.

La obra de Durero, por la profundidad de su planteamiento y la excelencia de su ejecución, ha inspirado infinidad de reflexiones. Una de las más conocidas es el ensayo del escritor francés Jean Cau El caballero, la muerte y el diablo, sobre el grabado homónimo del artista, editada hace muchos años en España por la editorial catalana Nuevo Arte Thor. Esta pieza de Durero no irá a la exposición de Bilbao: se conserva en la colección madrileña del Lázaro Galdiano. A título de ilustración, rescatamos aquí algunas de las reflexiones que a Cau le inspiró El caballero, la muerte y el diablo:

“En esta ‘decadencia universal del hombre’ que valía su precio por un destino (y entonces la humanidad valía por unos cuantos hombres), tengo la tentación de deponer las armas y, con las alas sucias, apoyar mi cabeza sobre el puño y acomodar mi palabra al silencio y mi acto a la inercia.


Y decir: ‘No nos movamos. Los adversarios son iguales en la mediocridad. Demócratas, socialistas, masas, multitudes, robots, ¿qué importancia tiene que el mundo pertenezca a unos o a otros? Son iguales’. Es demasiado fatigoso tratar de encontrar hombres y semidioses en este tropel. ‘El vencedor sólo vale porque ha vencido’; por la fe que aporta e impone; por la belleza de los templos que erige para celebrar su victoria.

Ahora bien, en los dos campos adoran el mismo becerro (el igualitarismo), salvo que uno le construye supermercados a guisa de establo; y el otro, locales del Partido. Pero la ‘calidad’ del bovino es la misma.

(…)

Por otra parte, nosotros, ‘los vencidos’, tendremos nuestra victoria: un día el enemigo cantará nuestras gestas y se preguntará, inquieto, si nuestra muerte tan insigne no es el signo, bajo una visión eterna, de su derrota.

Pensará, en el fondo de su corazón: hemos quemado sus banderas, pero ¿dónde está nuestra victoria ante su última afirmación? ‘¡Son unos fanáticos!’. ¡En verdad, sí! Han salido del templo, con la cabeza llena de oráculos, y se han dejado llevar por el celo por su dios.

‘Se han dejado llevar’, ésta es la expresión exacta.”