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Violencia legítima

Violencia legítima

Al estado –al gobierno, en la práctica– se le reconoce el monopolio de la violencia legítima, esto es, en defensa de la ley, de la libertad y la seguridad de los ciudadanos. Con esa condición implícita, las víctimas de los atentados terroristas han reprimido su ira y su venganza, han renunciado a la legítima defensa, pensando en que ésta la ejercería el estado, haciendo justicia.

Pero, ¿qué sucede cuando el gobierno se convierte en auxiliar de los delincuentes, cuando los defiende, cede a sus exigencias a costa del estado de derecho, manipula la justicia a favor de los asesinos, trata de acallar y desacreditar a las víctimas? ¿Qué sucede cuando corona el crimen sangriento con la burla sangrienta llamada "proceso de paz"?

Pues sucede que el gobierno pierde su legitimidad para el empleo de la violencia, la cual pasa a ser despótica; y queda legitimada, en cambio la resistencia y la desobediencia de los ciudadanos. Que los ciudadanos usen o no métodos violentos en legítima defensa contra el despotismo deja de ser una cuestión de principio y pasa a ser sólo una cuestión de conveniencia.

Hoy, los esfuerzos deben concentrarse en ganar a esa opinión pública desconcertada y desmoralizada por políticos envilecidos, y organizarla contra la Alianza de los Infames. Sólo así evitaremos que la desesperación o el cálculo deriven a una violencia generalizada, causada por un gobierno que ha perdido toda legitimidad.

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Desde un punto de vista racional puede justificarse perfectamente a la asesina de ancianas. Por una parte eliminaba a personas "inútiles", a "cargas para la sociedad", y por otra desviaba sus recursos económicos hacia sí misma, esto es, hacia una persona más joven, más fuerte, más apta para disfrutar de ellos. El argumento de Raskólnikof en "Crimen y castigo" venía a ser éste, algo más dramatizado.

No hace falta tampoco seguir los muy racionales –desde un punto de vista darwiniano–dicterios de Nietzsche contra la piedad o la compasión, contra los valores cristianos "corruptos", "decadentes", mantenedores de lo vitalmente inferior, etc. La idea es muy vieja, y ya la vemos claramente expresada en el Gorgias de Platón: la ley, influida por la moral, es irracional, defiende lo inferior, lo peor, en perjuicio de los mejor dotados. La asesina de ancianas no sabe nada de esto, seguramente, pero se ha comportado como si lo supiera. Puede ser cosa de los genes.

Moral y razón tienen, por tanto raíces muy diferentes. Sin duda se influyen, seguramente no son opuestas por principio, pero pueden llegar a oponerse. Muchos intentos ha habido de establecer una moral racional y científica, libre de las supersticiones religiosas. Todos esos intentos han dado lugar a la justificación y extensión masiva del crimen, y por sí mismos constituyen, probablemente, una superstición. Al menos, así ha sido hasta ahora, y no es fácil explicar por qué.

Al parecer, cuando la razón ha intentado fundamentar la moral, se ha salido de sus atribuciones y ha creado monstruos. Tendemos a definir al hombre como un animal racional. Creo que, ante todo, es un animal moral. No en el sentido del libro de R. Wright, un libro básicamente antimoral.

Autor: Pio Moa

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