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Requiescat in pacem.

Requiescat in pacem.

¿A quién sirve la estratagema de la nación cívica?

¿A quién sirve la estratagema de la nación cívica?

27 de junio de 2006.  Leo en Elsemanaldigital.com un excelente artículo de Jesús Laínz "contra la nación cívica" y no puedo por menos de reflexionar un poco. Su exposición es contundente. Debería tomar nota de ello todo español honrado y sensato y, especialmente, el denominado "centro-derecha". Que las izquierdas sean abanderadas de la "nación cívica" es natural. Al fin y al cabo la "nación" es una creación de la izquierda política, no como forma de estructurar mejor al pueblo sino como paso inicial hacia la cosmopolitización que prescinde de patrias, historia y cualesquiera referentes distintos de la anomia y la abstracción del "ciudadano". Los marxistas et alii jamás han podido integrar en su sistema nada que no fuera manipulable desde la economía: por eso son ambientalistas hasta el lamarckismo y son materialistas hasta donde desaparece el orden trascendente y, por ende, el cosmos carece de sentido.

Como el fracaso de las izquierdas en todos los proyectos sociales que han ensayado en el planeta es de una evidencia aplastante, sólo la ensoñación utópica disfraza el impulso nihilista de la izquierda. Pero a principios del siglo XXI, paradójicamente, las izquierdas, que han fracasado en lo político, gozan de un extraordinario vigor en lo intelectual y en lo que a la hegemonía social se refiere. Llama la atención, en cambio, la ineficacia de la "derecha" a la hora de contrarrestar el nihilismo que se extiende.
 
¿Que cómo es eso? Pues porque lo que actualmente se llama "derecha" no es sino la usurpación realizada por la otrora izquierda política. Hoy, "izquierdas" y "derechas" se encuentran en el proyecto mundialista, apátrida y cosmopolita precisamente porque ambas comparten un mismo origen común. Así, la filosofía materialista, destructora e internacionalista de Leo Strauss es la ideología de referencia para el Partido Republicano en los EEUU, antaño auténtica potencia conservadora.

En Europa –también en España- el demoliberalismo traza su estrategia de hegemonía planetaria y mercantil al amparo de un Homo oeconomicus muy similar al engendro concebido por Marx y Engels. A ciertos niveles de poder, "izquierdas" y "derechas" se difuminan para integrarse en la infraestructura planetaria de dominio, y por eso un "centro-derechista" como José María Aznar ha conseguido salir de su gris mediocridad impulsando en España el proyecto mundialista de los neocon en FAES y fusionando su pedigrí político con el siniestro Rupert Murdoch, gestor de una especie de grupo PRISA planetario.
 
Es por eso por lo que a unos y a otros les molesta el patriotismo de siempre: el que nace del amor a una tierra, unos antepasados y una historia sin más, sin odio a terceros, el que brota de un amor sencillo por querer ser lo que uno es. A la cúpula del poder le molesta para sus planes de dominio todo lo que no es mercado e individuo, y por eso emplea la estratagema de la "nación cívica", a fin de reconducir a un callejón sin salida a todos los que, alarmados, creen que su patria desaparece. He aquí el motivo por el que el centro-derecha califica obstinadamente, y contra toda evidencia, de "nacionalistas étnicos" a los que no son más que "nacionalistas cívicos" que odian a la única y verdadera patria española. Esto es, en definitiva, una prueba más de a quién sirven verdaderamente unos y otros.

Autor: Eduardo Arroyo

Contra la nación cívica

Contra la nación cívica

24 de junio de 2006.  Cuando en un enfrentamiento ideológico uno de los bandos puede decir lo que quiera sin limitación alguna mientras que el otro tiene que vigilar cada una de sus palabras, ocultar muchas de las que quisiera decir y disfrazar las que finalmente utiliza, este segundo bando entra en liza con media guerra ya perdida. Esto es lo que les pasa a ciertos defensores de la nación española, que se creen obligados a llenar su discurso de epítetos para no pecar.

En primer lugar está lo del patriotismo constitucional, vergonzante petición de excusa por adelantado. Es como admitir que de España se puede ser patriota pero poco. Y para hacérselo perdonar, se añade la referencia a la Constitución, atenuación de la densidad de patriotismo para que no escueza demasiado. Pero el patriotismo no tiene nada que ver con constitución alguna, pues cualquier patria es algo que está antes y por encima de cualquier constitución. Antes, porque tiene que haber primero una patria para dotarla de una constitución. No existen las constituciones en abstracto. Existe la Constitución española, la francesa o la italiana, que encuentran su explicación en la existencia de sus respectivas naciones. Y por encima, puesto que la patria es lo necesario y las constituciones, lo contingente. Las constituciones pasan, se reforman, se derogan y se sustituyen. Pero la nación que las hizo surgir es lo que continúa su recorrido en la historia, con una u otra constitución.

El segundo epíteto vergonzante es el de la nación "cívica". Confieso que la primera vez que lo oí me desorientó.

–Está bien –pensé– esto de subrayar la importancia de la buena educación de los ciudadanos. Pero, ¿será que sin ese adjetivo, se estaría defendiendo una nación incívica?

Se me contestó que no, que lo que quería defenderse era una nación de ciudadanos, lo cual me dejó aún más sorprendido, incapaz como me veía de imaginar una nación de coliflores, de perros o de semáforos.

–Pero eso es innecesario –repuse–. Todas las naciones son de ciudadanos. Es una obviedad que una nación está conformada por personas, no por animales o cosas.

–No. Lo de cívica es para contraponerlo a la nación étnica –me explicaron–. Lo que queremos decir con ello es que nuestra concepción de la nación descansa en el individuo, venga de donde venga, y no en los condicionantes étnicos e históricos, que es en lo que se basan los nacionalismos excluyentes.

Y aquí es cuando comprendí la notable cantidad de errores acumulados en la "nación cívica".

Primer error: no hay naciones cívicas. No hay nación –y mucho menos aún en nuestra vieja Europa– que no tenga una fundamentación étnica e histórica. España es lo que es, al igual que cualquier otra nación europea, no por ser una aglomeración de ciudadanos salidos de la nada, sino porque tiene una historia y una cultura que le han dado forma.

Segundo error: no es cierto que nuestros separatismos sean nacionalismos étnicos o identitarios, por lo que no tiene sentido oponerles un nacionalismo cívico que ellos también propugnan. Nuestros separatismos fueron etnicistas, pero ya no lo son. Hace un siglo nacieron –y durante unas cuantas décadas continuaron manteniéndolo– con el fin de preservar unas esencias raciales, culturales y espirituales que los separatistas consideraban en peligro a causa de su pertenencia a España. Pero hoy ya no son el Rh vasco, el cráneo catalán o tal o cual volkgeist los valores a conservar. Ya no es la preservación de la estirpe el núcleo de la reivindicación nacionalista. Todos nuestros separatismos llevan muchos años reivindicando su propio "nacionalismo cívico", para lo que incluso utilizan textualmente esta expresión. Todos los partidos nacionalistas, de cualquier región e ideología, llevan muchos años dejando bien claro que cualquiera puede ser vasco, catalán o gallego. Basta con quererlo. Basta con apuntarse a ello, se venga de donde se venga, mientras que el vasco, catalán o gallego de pura cepa que se defina como español, deja de ser vasco, catalán o gallego. Es cierto que se sigue utilizando la excusa de la lengua, pero ya no como la manifestación de un ancestral espíritu nacional, sino como prueba de la afiliación del individuo al nuevo club nacional.

Ejemplos: "La ciudadanía no sólo se debe adquirir por nacimiento en el territorio o por el origen de los padres, sino también por la voluntad de integrarse en la sociedad de acogida" (declaración de ERC). "Aceptaremos como a un hermano a todo aquel, sea cual sea su origen, que quiera compartir con nosotros la suerte de nuestro pueblo" (declaración del PNV).

Es decir: españoles, fuera; todos los demás, dentro.

Los separatistas no quieren defender ninguna esencia étnica, ninguna identidad nacional nacida de la cultura y la historia. Tan solo quieren montar su propio negocio con ellos de presidentes, y para ello tienen que destruir España. Lo de la defensa de la vasquidad, la catalanidad o la galleguidad es sólo una excusa para engañar, adoctrinar y movilizar a la gente.

Si no se ve claro esto, si se insiste en el error de la "nación cívica", la guerra estará perdida.

Autor: Jesus Lainz

El Estado de Derecho ha muerto. El Establo de los Borregos le ha sustituido

El Estado de Derecho ha muerto. El Establo de los Borregos le ha sustituido

Infokrisis.- Las líneas que siguen certifican lo inevitable: el Estado de Derecho ha desaparecido de nuestro ordenamiento jurídico. Queda una sombra fantasmal, pero dos años de gobierno de ZP han supuesto la quiebra de cualquier modelo de Estado y la implantación, en cambio, del Establo para Borregos, con su pesebre de paniagudos, basado en la aceptación sumisa de los estabulados. Pero "si el Estado de Derecho ha muerto", entonces "todo está permitido".

Un tiempo memorable: el de la constatación de la muerte del Estado de Derecho

Leer la prensa diaria, los informativos de radio y TV o las agencias de Internet, genera una sensación insoportable de impotencia ante el camino elegido por este país que conduce de manera directa e inevitable a la más absoluta ruina moral, ética, política y económica. Parece como si ZP parafraseara la frasecilla pronunciada por aquel ilustre cabronazo que fue Fernando VII cuando dijo aquello de “Marchemos todos y yo el primero por la senda del… desastre”.

No importa el día que sea, hoy por ejemplo: ha ocurrido un secuestro express, una familia, generalmente trabajadora pero de la que consta que dispone de unos ahorrillos, nunca un banquero ni un potentado, sufre un secuestro express. De paso le dan de hostias. Y no te resistas que si no viene la policía y se te lleva, aparece un juez y te juzga y luego un tribunal y te condena. Te quitan todo lo que tienes y te llevan en la cárcel para que el “Estado de derecho” pueda seguir siendo tal. Le pasó a un karateka catalán, amigo nuestro, de 125 kilos y 2 metros de altura. Tres retaquillos andinos le asaltaron en su hogar. El que le apuntaba recibió un tiro de su propia recortada, los otros dos recibieron más hostias que lentejas. Ahora un juez le pide dos años a nuestro amigo por “excederse en repeler una agresión y uso desproporcionado de la fuerza” y los maltrechos chorizos, reivindican 200.000 euros en concepto de daños e indemnización civil, no se sabe si por los palos recibidos o por los 500 años de opresión española en Iberoamérica. Otro caso. Lo conocéis todos: un industrial recibe la visita de unos –mira por donde– colombianos. En eso que el asaltado se hace con su propia pistola y mata a dos. Los otros dos dejaron de correr hace unos cuantos días después y fueron detenidos. En lugar de darle una medalla al mérito cívico, el industrial fue procesado y está bajo sospecha sin poder abandonar su ciudad, ni salir al extranjero. En la España de ZP todo esto se ha convertido en normal.

Pero, aquí no pasa nada, Rubalcaba está al frente de Interior, así que todos tranquilos. Si hoy asaltan a las 10:00 a.m. tu hogar y secuestran a tu hijo, no te preocupes, Rubalcaba conseguirá que en el telediario de las 15:00 p.m. se dé la noticia de la detención de una providencial banda de chorizos. Acción y reacción. La gente pide acción enérgica contra la delincuencia y Rubalcaba da lo que se pida. Y si la gente pide más, porque surge la duda de si los chorizos detenidos son unos pobres diablos que con una patada en la frontera habrían regresado a mendigar a su país de origen, entonces si, entonces sale el ministro Teresa Fernández de la Vega, dispuesto a recomendar a cada cual que si quiere mayor seguridad, contrate seguridad privada. Naturalmente, luego se permite recordarnos que estamos en el mes de declarar a Hacienda y pagar. Es la España de ZP: “calla y paga” (para sumisos votantes sociatas) o “sufre mamón” (para los levantiscos y díscolos ciudadanos restantes). Decididamente, ZP ha instaurado un talante desconocido en la política española.

No es el único que trabaja en esa dirección. El hecho de que una mezcla de osezno y monstruito deforme con el cerebro acarajotado por la sífilis independentista, se permita despachar con un “¿qué han agredido a Rajoy?... pues le ha salido barato”, sin que ningún juez tome cartas en el asunto en esta incitación al linchamiento y a la macarronería, indica a las claras que el Estado de Derecho es mera ficción, un recuerdo de otros tiempos que solamente es mantenido por los Rubalcaba, los ZP, los Joan Tardá y demás moralla grasosa y casposa, a efectos de poder seguir en el machito. Pero el Estado de Derecho ha desaparecido. El hecho de que unos cuantos policías, detuvieran a los presuntos agresores de la agresión que nunca existió y Bono se presentara como si su vida hubiera corrido peligro, al tiempo que se dieran las siglas del partido al que pertenecía como paradigma de intolerancia y mal talante, es tan significativo como cuando en cualquier país bananero las policía entrega parte de la mordida al ministro del ramo. ¿Estado de Derecho? ¡por favor, estado de indefensión como máximo!

Aparece una empresa que garantiza un interés anual, por encima de los ofrecidos por la banca y por los productos financieros del Estado. La garantía son sellos; si el banco de España garantiza el valor de la moneda mediante papel, ¿a ver porque diablos un particular no va a poder hacer otro tanto con sellos? Si quieres recobrar la inversión, la empresa te garantiza la recompra de los sellos. Y van cumpliendo su compromiso durante 30 años, hasta que un día, un juececillo y una inspectora fiscal obsesionada con los sellos, decretan que es “una estafa piramidal” y, de la noche a la mañana, 400.000 pequeños inversores –los pequeños inversores siempre pierden- lo pierden todo, irremisiblemente. Solo el Estado y la Banca ganan. La Banca, aquí y en los casinos siempre gana. Y aquí no pasa nada. Total, si a Ruiz Mateos se le expolió primero y el agujero generado a partir de la expoliación lo pagamos todos los españoles, aunque los beneficiarios del latrocinio fueran los amigos del poder, ¿por qué ZP no iba a poder realizar con su talante algo similar? El chico tiene aspiraciones…

Se detiene a un librero barcelonés por vender libros que ni hacen daño a nadie ni aspiran otra cosa que a dar un punto de vista histórico, tan disidente como admisible. Faltaría más que no se pudiera opinar sobre la historia o que determinados territorios históricos estuvieran vedados a la investigación. Pero esos mismos mossos d’esquadra –ellos no, los muchachos que se han ido a enrolar en la policía de la Generalitat son buenos chicos, aunque no puede decirse lo mismo de la honestidad (ni siquiera de la estabilidad mental o de la integridad de sus neuronas) de sus dirigientes políticos- son incapaces de detener a las bandas de delincuentes –eufemísticamente llamados “grupos antiglobalización”- que impiden a Rajoy pasearse libremente por Catalunya, o a los miembros de Convivencia Cívica Catalana o de Ciudadanos de Catalunya o de la Plataforma per Catalunya, exponer libremente sus opiniones.

No hay que olvidar que el actual gobierno pasó de la pancarta a la actitud hostil y agresiva en el día de reflexión, el 13-M de 2004, y que aún queda en ellos mucho de hostil y agresivo a pesar de esa falsa moderación y afectación sobreactuada utilizada tan a menudo por ZP al dirigirse a su parroquia. El Ayuntamiento de Barcelona, ha visto en demasiadas ocasiones como esas bandas “antiglobación” a las que ha dado tanta cancha y protegido, han destrozado mobiliario urbano y apedrado empresas privadas. De tanto en tanto, surge alguna voz en el consistorio que recuerda que Gracia y Sans son los barrios con más densidad “okupa” de Europa, pero, eso sí, a los colgaos “ni tocarlos”. Luego resulta que aparecen anarquistas italianos en Barcelona, por aquello de que en la Ciudad donde Maragall toma copas y Clos toma por lugares menos dignos, romper mobiliario urbano sale barato. El Estado de Derecho ha dejado de existir en Catalunya y ni un mosso d’esquadra se atreverá a detener a uno de estos niños díscolos antiglobatas, no sea que, pueda tener un disgusto.

Y ya que hablamos del 13-M. Los abogados de oficio de los acusados de haber participado en los atentados del 11-M, han expuesto en una carta colectiva que sus defendidos están en situación de completa indefensión, justo el día siguiente en que ¿200.000? ¿750.000? ¿1.000.000? (qué más da, muchos), gritaban “11-M, queremos la verdad”. Mientras que la fiscalía tiene todo el apoyo del fiscal general del Establo y cuenta con todos los “posibles” económicos para asegurar la investigación, los abogados de la defensa –la mayoría de oficio- cuentan con un exiguo presupuesto de 350 euros y 9 euros adicionales por cada 1000 fotocopias que deban realizar para la misma tarea. Lo habíamos dicho desde el principio: los detenidos por el 11-M que no murieron en Leganés, son literalmente, unos pringaos, unos matados, sin medios económicos siquiera para asegurar su defensa. Ya los eligieron bien. Y menos mal, porque a algunos de los detenidos en anteriores procesos –a la mal llamada “célula española” de Al-Qaeda- que si disponen de medios, nadie sabe cómo, pero resulta que sus abogados fueron notorios colaboradores de la policía. Pero, volvamos a los abogados de oficio de los detenidos por el 11-M. El ministro de sangre y morfología guanche ha explicado, con una seriedad pasmosa, que espera que estos abogados estén a la altura de lo que se espera del turno de oficio. En otras palabras, que espera que los detenidos sean declarados culpables, aunque luego el Tribunal Supremo reduzca las sentencias, absuelva a muchos y, dado que al salir de prisión, seguirán sin tener oficio ni beneficio, no se permitan realizar ninguna reclamación contra el Estado. De ahí que no podamos llamar al Estado Español, “Estado de Derecho”, sino como máximo “Establo de Derecho”, refugio de todas las iniquidades y de las peores inmundicias.

Si la delincuencia ha entendido pronto que robar en España sale barato, si la inmigración ilegal ha comprendido perfectamente que España es el coladero de Europa, nuestra clase política ha sabido que mentir sale barato. Ahí tenemos a ZP en el último debate sobre el Estado de la Nación, afirmando que “la presión migratoria ha descendido”, o esta otra lindeza: “hay menos inmigrantes que antes”, o aquella que tampoco es manca: “los delitos van descendiendo”… Y lo bueno es que ninguna instancia judicial se preocupa de medir el nivel de falseamiento de la verdad de la clase política y, por tanto, de enseñar, por vía judicial, que mentir resulta caro. No podía ser de otra manera, un Estado democrático estabilizado en su momento sobre la mentira de que el “Rey fue el motor del cambio” y de que “el Rey logró impedir la victoria de los golpistas el 23-F”, es un estado asentado sobre la mentira hecha cotidianeidad y el tópico  elevado al rango de ley fundamental y dogma inamovible. ¿Estado? No, hombre, no. Establo, como máximo.

Cualquier cosa menos democracia; plutocracia, pastoreo quizás…

Se tiene la inercia de llamar a un Estado que permite la existencia de partidos, “democracia”. Es una pobre visión de la democracia. También en Guinea Ecuatorial hay partidos e incluso Obiang no se come vivos a la mayoría de líderes opositores. Pero una democracia, al menos para nosotros educados en los valores de la cultura clásica, es algo más. Mucho más, de hecho. Es el respeto a las distintas opiniones y es la fidelidad con que los funcionarios públicos administrar el patrimonio del Estado. Es poder expresar libremente las opiniones en lugar de ser condicionado por impulsos subliminales sabiamente administrados por los rubalcabas de turno. Es algo más que acallar una protesta suscitada por la mañana con una noticia tranquilizadora difundida en la tarde. Y, desde luego, es mucho más que unas cámaras legislativas que podrían reducirse solamente a encuentros entre los líderes de los grupos parlamentarios. Porque en la democracia española, los diputados votan lo que votan su jefe de filas… entones ¿para qué están? Los diputados socialistas extremeños y andaluces votaron si al estatuto catalán, verdadero latrocinio contra Extremadura y Andalucía. Los diputados socialistas fueron unánimes al aplaudir a ZP cuando falseó de manera flagrante las cifras de delincuencia y de inmigración. Volverán a sus circunscripciones y el electorado les volverá a votar, cuando merecían solamente ser corridos a gorrazos. Si tuviéramos que definir la naturaleza metafísica de nuestros diputados, podríamos decir que “carecen del principio de razón suficiente”. O, dicho de otra manera, que son tan inútiles como un almirante de marina en Suiza.

Cada pueblo tiene el gobierno que merece. Esta España peripatética, oasis de las mafias, de Estado centrifugado y cuya sociedad civil se ha volatilizado, acepta cualquier cosa, bovina y sumisamente. Tenemos el gobierno que el “pueblo” ha elegido. Casi diríamos que tenemos el gobierno que nos merecemos. Bajo las mentiras de la SER, bajo la coacción de las bombas del 11-M, bajo el engaño de una versión oficial de origen desconocido, aun a sabiendas de que la clase política socialista no daba la talla, más que en el capítulo de ambiciones… pero es el gobierno elegido por el “pueblo”. Y así nos va.

¿La inflación? Galopante, un 4,2% en los últimos doce meses. ¿El paro?, bien gracias, aumentando y otra vez en torno a los dos millones declarados. ¿La vivienda?, mejor, incluso, un 12% de subida en el último año, que se acumula al 15% de subida el año anterior, cuando los salarios suben un 3’5%. ¿Quiere ganar dinero? No trabaje, especule; el pelotazo felipista es hoy, en el Establo de ZP, la única forma de vivir dignamente. ¿La delincuencia? Págue seguridad privada y calle. ¿La educación? Pero ¿qué quiere? ¿qué le enseñemos algo al niño?, hágalo usted o pague un colegio, el Establo bastante tiene con almacenarle a la criatura para evitar que esté a la intemperie. ¿Los Estatutos de las Autonosuyas? Como la centrifugadora de la secadora, cuando salgan de ahí todo el país estará seco como una oblea y descuajeringado. ¿La seguridad ciudadana? Será fascista, no merece ni que se le responda. Por cierto, ahora quitamos la última estatua de Franco, del último lugar de la Península. Y mañana lo declaramos día mundial antifranquista. Para que se queje. ¡Cómo! ¿qué quiere saber la verdad sobre los atentados del 11-M? Desde luego usted no ha aceptado la victoria socialista. ¿Inmigración? Vamos mejorando, ahora llegan en cayucos, lo de las pateras ya es cosa del pasado, caben más y además son embarcaciones más maniobreras; de todas formas vamos a encomendar a la Marina que los recoja; así, de paso, les conducimos a la Península más rápidamente. Y si se empeña en decir que son 5.300.000 inmigrantes, en lugar de los 3.800.000 oficiales, sepa que puede ser acusado de xenófobo y racista. ¿El “proceso de paz”? es una “apuesta”. Hoy se hace con ETA, mañana podremos reiterarlo con cualquier banda de sicarios colombianos o de mafiosos rumanos; todo es empezar. ¿Y las víctimas? Si es que no colaboran, provocan y todo exhibiendo su dolor en público; lo mejor que podrían hacer es negociar su dolor, el Establo hasta estaría dispuesto a darles una ayudita razonable. Si usted ha sido despedido o su empresa ha cerrado, si su hijo o usted mismo tiene un contrato basura y una hipoteca disparada, puede dar gracias al cielo. Es usted un privilegiado, no lo dude. Si no mire la gente que duerme en cajas de cartón. Así que no se queje. El que las hipotecas suban de cuarto en cuarto de punto y la gasolina de cinco en cinco céntimos, es un mal menor; se hace así para que usted ni lo note; nos lo tiene que agradecer. ¿Verdad que tiene coche, piso propio y contrato temporal? Pues ya ha realizado el “sueño español”. Si es que usted lo quiere todo. Por cierto, tenga aquí una propaganda electoral que van a haber elecciones y se me va a despistar.

Y el elector va y vota. Decididamente no sé que es más repugnante, si el cinismo de que hace gala el Establo o la actitud bovina del “pueblo” siempre dispuesto a entregar su voto a quien prometa esquilarle más y mejor. Este gobierno de miserables, ambiciosos, ineptos e incapaces, es el gobierno que le viene al pelo a un “pueblo” de borregos que aceptan con fidelidad lanuda el ladrido del perro pastor más piojoso.

Nuestro pueblo parece aceptar el suicidio al que su clase política le ha arrojado: suicidio ante el encarecimiento de la vivienda, las dificultades para formar una familia, el régimen fiscal, las desigualdades de renta, las limitaciones para encontrar un empleo y para obtener un salario digno, el embrutecimiento intelectual de los medios, la telebasura insertada hasta nuestra última neurona y con la Campanario trajinándose a la Seguridad Social, la Chipionera que nos abandona y con las “Kat-chup” penúltimas en Eurovisión, nuestra vida ha pasado a ser mera supervivencia, agavada en los días que vendrán por el previsible hundimiento de la selección española ¿en los 16º de final? ¿en los 8º de final?. La vida, entonces, carecerá de sentido y de viabilidad, al menos la Vida con mayúsculas, en la que somos conscientes de nosotros mismos; quedará, eso sí, la vida adocenada que el Establo ofrece a sus borregos, tiernos, lanudos y sumisos, hecha de telebasura verdadero pienso alimentario para ciudadanos degradados en su dignidad y en su integridad. Pero eso si, tenemos una ley del mono que para sí la quisieran los más avanzados a esta parte de la Galaxia.

“Si Dios ha muerto, todo está permitido”

Hemos entrado en una nueva fase histórica: la muerte de Dios teorizada por el viejo filósofo bigotudo de Engadine ha quedado atrás. De hecho muchos afirman haber visto a dios en los últimos tiempos, muchos más a la virgen e incluso alguno afirma que ha encontrado la partida de matrimonio del Hijo de Dios con la Magdalena, así que mire usted como está todo ese rollo de la muerte de Dios. El verdadero hecho histórico del tiempo nuevo es mucho más grave. El Estado de Derecho ha muerto. El ciudadano está indefenso ante un “estado” (el Establo) rapaz y expoliador. Antes se tenía cierta constancia de que los impuestos servían para algo. Ahora se tiene la seguridad de que esos mismos impuestos reforzados sirven solo para el mantenimiento de los “experimentos” de la clase política y para su enriquecimiento. Es lo que tiene la plutocracia: “tú poner el dinero, yo enriquecerme y tu no quejarte que bastante tienes con votar, peazo comemierda…”

Hoy se tiene la seguridad de que la clase política en todos sus niveles ROBA. No hay ni un solo ciudadano honrado y consciente, lector de la prensa diaria y que no sea un fanático con el cerebro obturado por los colores de tal o cual partido, que dude de que tanto en el nivel municipal como en el del Establo, quien se dedica a la política es, no precisamente por convicciones, sino por ambiciones. Y es usted y soy yo quienes estamos obligados a aportar con nuestros impuestos la financiación de tal esperpento.

Pues bien: “No en mi nombre”, “No con mis impuesto”, “No con mi vida”. “No con mi sudor”, “No con mis esperanzas”.

Si el Establo de Derecho ha muerto, el Estado carece de sentido en su actual configuración. Es solamente una molestia para el ciudadano honrado y una ventaja para el delincuente. Por eso la vida se hace cada vez más irrespirable en España.

¿Es posible hacer algo? Si, parafrasear a Nietzche y a Dostoyevksy: “Si el Estado ha muerto, todo está permitido”.

Me reservo en derecho se repeler cualquier agresión contra quien pretenda violar mi hogar y atentar contra mi familia. Y soy claro: una licencia de caza cuesta poco y es más seguro una “pajillera” de siete cartuchos a un televisor de plasma. Por lo demás, los televisores de plasma irán bajando de precio, se lo digo por su bien, oiga. Si el estado no es capaz de garantizar la integridad de mi familia ni la de mi propiedad, yo no soy capaz de garantizar la integridad de quienes atenten contra ella. Y, por cierto, mejor será que los ciudadanos honrados vayamos movilizándonos para tener una ley que garantice el derecho a la legítima defensa. Y mientras no exista, vamos a ver qué juez se atreve a condenar a un ciudadano que haya tenido los redaños para repeler por si mismo a un asalto de miserables.

Si los cuerpos de seguridad del Estado ya no pueden garantizar la seguridad de mi ciudad porque garantizan más la seguridad de los mil y un niveles de administración del Estado, yo reclamo el derecho a organizarme con otros ciudadanos honrados de mi entorno y constituir milicias ciudadanas voluntarias para garantizar al seguridad de los barrios y la expulsión y el castigo de los delincuentes.

Si el Estado se permite modificar las cláusulas del contrato firmado conmigo en materia de Seguridad Social y es capaz de sorprenderme con dos años mas de cotización y menores cuantías de jubilación, y al mismo tiempo es capaz de financiar las operaciones de rellenado de silicona y corte de pito a los travestorros, lo lamento, pero yo a eso no quiero jugar. Un Establo que se escuda en que “patronal” y “sindicatos” se han “puesto de acuerdo” en recortar las prestaciones, no habla el lenguaje que yo quiero oír: esos sindicatos ya han dejado de representar a la gran masa de los trabajadores para representarse solo a sí mismos. “SUS sindicatos, no son MIS sindicatos”, sus acuerdos les comprometen solo a ellos y a sus afiliados, no a mi.

Prefiero hacer como la inmigración: ni cotizar a la SS, ni aportar un euro a este “mágnum latritimium” en que se ha convertido el “Pacto por las Pensiones”. Total, cuando me toque percibir la pensión de jubilación, percibiré la mínima, como cualquier inmigrante recién llegado. Si la SS se tiene que hundir, que se hunda cuanto antes; cualquier cosa antes que persistir en la demagogia zapaterista. ¿La “sopa boba” del inmigrante, legal o ilegal? Muy bien, pero “No con mi dinero”.

¿Qué estoy proponiendo? Hay un camino, el único posible para superar la crisis en la que estamos embarcados. Llevar las cosas al límite. Cuando no existen garantías jurídicas (terroristas asesinos cuya libertad se cambalachea, ciudadanos juzgados por defender a sus familias, inmigrantes con carta blanca para proseguir sus exacciones en nuestro país hasta el infinito, malas inversiones de los fondos públicos, sueldos astronómicos y prerrogativas entre los niveles altos de la administración y salarios de miseria para el resto, un atentado como el del 11-M del que el Estado boicotea la investigación, modificaciones unilaterales de los contratos firmados por el ciudadano con el Estado), cuando el aumento de la presión fiscal contrasta con la banalidad y falta de rigor con que se emplean los dineros públicos, cuando resulta evidente que nuestros dirigentes nos conducen con paso firme y tranculo, hacia el precipucio, resulta evidente la legitimidad que asiste a quien dice: “No en mi nombre, no con mi dinero”. Prefiero caer en la posibilidad de una ilegalidad a la posibilidad de que sigan riendo de mí.

Vale la pena denunciar la constitución como un documento ambicioso y esperanzador en su momento, que hoy es papel mojado. Ni nuestra democracia representa nada más que los intereses de la clase política ambiciosa y sin escrúpulos y de los “amos del dinero”, ni nadie ha tenido la más mínima intención de que aquella noble declaración de principios, se llevara a la práctica. Por lo tanto, si, muy bonita aquella constitución, pero, entre que ZP quiere regresar a 1939 y demostrar que los republicanos, a fin de cuentas, ganaron la guerra y, por tanto, el consenso constitucional de 1979 fue impuesto por los “poderes fácticos” no democráticos, y que, el Estado surgido de aquel documento, se ha ido degradando hasta alcanzar la naturaleza pestilente y pestífera del Establo, mejor ser realistas y olvidarnos de ella. Cuando los cadáveres empiezan a oler, o se entierran o ese olor termina clavándosete en lo más profundo del cerebro. Se lo dice alguien que, desafortunadamente, ha percibido al agudo olor de la muerte.

No hay mal que por bien no venga. ZP, el bobo ilustre, el bambi con la mirada puesta en el abuelito y en sus hijitas bienamadas, en la paz y en el diálogo de civilizaciones, no es una fatalidad de la historia. ZP es el cretino que va a permitir intuir antes que cualquier otro, la verdadera naturaleza de la crisis del Estado, de la naturaleza degradada de la democracia española convertida en plutocracia, y que, tras situarnos ante el abismo, va a ser el primero en dar el paso al frente. No es que ZP sea el causante de esta crisis global, es que es el acelerador de la misma.

Esta aceleración es el único elemento que permite ser optimista: contra antes se toque fondo mejor, contra antes espabile la sociedad española antes será capaz de ponerse en pie de nuevo, contra antes recupere la voluntad de sobrevivir, más sólida será la forja de una nueva clase política digna de tal nombre, decidida a restaurar la dignidad y la credibilidad del Estado. O lo que es lo mismo, limpiar los palos del gallinero del Establo y construir un Estado capaz de suscitar la confianza del ciudadano y su compromiso: que el Estado vuelva a ser “cosa nuestra”, en lugar de coto cerrado de la clase política y de sus amiguitos del alma.

Muchas cosas han de pasar hasta entonces, pero por algo se empieza: y se empieza tomando conciencia de que el Estado de Derecho ha muerto y el Establo para Bovinos actual no es más que un “estado de facto” apoyado en la demagogia y en un entramado mediático capaz de adormecer conciencias. Aplicar las consignas “No en mi nombre”, “No con mi dinero” a todos los ámbitos de la vida, procurar que las exacciones a las que el Estado nos somete, sean recuperadas por el ciudadano.

Y, sobre todo, prepararse para afrontar el hundimiento del Establo en los años que vendrán. Porque, colegas, esto se hunde… y va a hacer falta la fortaleza de un Hércules para superar la situación que se producirá en cuanto los fedatarios mediáticos constaten que, por no haber, ni hay Estado de Derecho, ni dentro de poco habrá Establo para Bovinos.

Se aproxima la hora de los fuertes, la hora de los que han permanecido el pie cuando el Estado periclitaba primero y desaparecía después. Espero que esta sea su hora y la mía y, créame, no me importa mucho si es usted de izquierdas o derechas, tan solo espero que su instinto y su inteligencia le sugieran lo mismo que a mí: que la quiebra del Estado de Derecho nos exime de cualquier vínculo con él y que el próximo hundimiento del Establo para Bovinos va a exigir de todos nosotros un esfuerzo. 

© Ernesto Milà Rodríguez – infokrisis@yahoo.es – 13.06.06

Julen Madariaga, de Aralar, entre los detenidos por relación con ETA

Julen Madariaga, de Aralar, entre los detenidos por relación con ETA

Entre los doce detenidos por su supuesta relación con el aparato económico de ETA se encuentra Julen Madariaga, uno de los fundadores de la organización armada y quien desde hace años forma parte de la formación política abertzale Aralar. Madariaga, además, es una de las caras más conocidas de los primeros años de ETA al conceder entrevistas a diversos medios de comunicación, además de escribir columnas de opinión publicadas en rotativos internacionales, sobre todo desde que fuera declarado el alto el fuego indefinido.
Además, también han arrestado a otro conocido miembro de la vieja guardia de ETA como es Ángel iturbe Abásolo, a quien consideran como el responsable "de las extorsiones" a empresarios vascos a través del conocido como impuesto revolucionario.

Acontinuación un video interesante sobre este hijo de la gran puta.

Publicado en Diario Iberico

“Gladius Hispanensis” contra “Falcata Ibérica”

“Gladius Hispanensis” contra “Falcata Ibérica”

Infokrisis.- En las guerras púnicas chocaron sobre el suelo de la Península Ibérica, dos armas nacidas originariamente en Hispaniae, la Falcata Íbera y el Gladius Hispaniensis. Manejada la primera por los mercenarios íberos que lucharon con Aníbal, la segunda fue adoptada por las legiones romanas. Ambas armas pueden ser consideradas como las primeras muestras de la "tecnologías armamentística" surgida en la Península.

La llamada “falcata ibérica” se incorporó a la lucha de Cartago contra Roma en el curso de la Segunda Guerra Púnica, cuando se incorporaron al ejército de Aníbal, mercenarios íberos con sus armas habituales: hondas para las tropas reclutadas en Baleares y falcatas para los mercenarios íberos reclutados en el sudeste de la Península. Pero una vez en territorio itálico, comprobaron que sus adversarios utilizaban una espada que conocían bien, el Gladius Hispanensis, utilizado por tribus celtas del Norte de la Península y adoptada como espada de ordenanza de las legiones romanas.

Entras las dos armas surgidas de lo más remoto de nuestra antigüedad existen no pocas similitudes y suficientes diferencias como para pensar que ya, en sí mismas, prefiguraron las “dos Españas” que, desde entonces, siguen chocando sus filos. En realidad, lo que algunos han llamado “el drama histórico de España” puede entenderse a partir de las vicisitudes y orígenes de estos dos modelos de armas. Así pues, vamos a revisar primero las características e historias de cada arma y luego intentar extraer algunas conclusiones.

La verdadera fisonomía de la Península Ibérica en el siglo III a. JC

Sobre la Falcata y su historia no puede decirse nada más de lo que ya dijo Fernando Quesada Sanz, sin duda el máximo estudioso de este arma, a la que consagró un volumen publicado por la Diputación Provincial de Alicante (“Arma y Símbolo: la Falcata Ibérica”) en 1992. Es a esta obra y a su autor a los que nos vamos a referir continuamente en las líneas que siguen. Quesada parte de una pregunta verdaderamente misteriosa: “¿Cómo unos íberos y galos de reclutamiento reciente, que combatían a su estilo indígena –supuestamente irregular y guerrillero- pudieron ser colocados por Anibal en el centro de su línea de batalla, justo donde más dura habría de ser la batalla en formación cerrada de infantería pesada?”. Y él mismo da la única respuesta posible: “Sólo si su armamento era el adecuado podía hacerse tal cosa, lo que a su vez sugiere nuevas preguntas sobre la supuesta “ligereza” del armamento de galos e íberos”. El ejemplo de Cannas nos hace caer en la sospecha de que, posiblemente, el pasado no fue tal como nos lo han contado. La imagen creada en nuestro subconsciente por la historia nos induce a pensar que los íberos y los galos combatían anárquicamente y de manera desordenada, prácticamente desconocían cualquier táctica y suplían su falta de conocimientos militares y estratégicos con su mero valor y heroísmo, rayano en la temeridad. La imagen que nos hacemos de los guerreros de la Hispaniae antigua nos los muestra cubiertos con pieles y cascos toscos, capaces solamente de asegurarse la victoria, amparados tras muros inexpugnables o bien en la sorpresa propio del guerrillero. Pero Cannas fue otra cosa. Para salir victorioso de Cannas era preciso disponer de infantería pesada, disciplina y conocer las técnicas de las formaciones de combate. No existen estudios completos sobre las técnicas de combate ibéricas, pero podemos tener la legítima sospecha de que eran, como mínimos tan complejas como las de sus oponentes romanos. De otra manera Aníbal no hubiera hecho bascular sobre ellos todo el peso de la batalla de Cannas. Así pues, hay algo que la historia todavía no nos ha revelado. Damos por sentado que existían tribus íberas cuyos sistemas de combate eran extremadamente sofisticados y, probablemente, superiores a las de los pueblos vecinos del norte de los Pirineos.

Se cuenta, por ejemplo, y más adelante volveremos a ello, que mientras los galos en combate veían como sus espadas se doblaban y mellaban tras los primeros golpes, las espadas íberas, tanto la Falcata como el Gladius eran extremadamente sólidas. Eso deja presuponer una tecnología metalúrgica sofisticada. Se dice que los íberos, para demostrar la elasticidad y resistencia de sus espadas, se colocaban el centro de la hoja sobre la cabeza y conseguían doblarla hasta que la empuñadura y la punta les tocaban los hombros. Si no hubiera sido mediante una tecnología ampliamente sofisticada y mediante conocimientos militares avanzados, como mínimo tanto como los que podían disponer en aquel momento otros pueblos del Mediterráneo, hubiera sido imposible que Tartessos hubiera destacado y dominado durante siglos en una zona estratégica y comercial de primer orden como era Gibraltar y el suroseste de la Península. El hecho de que fenicios, griegos e incluso egipcios, se interesaran por el comercio con los pueblos del litoral peninsular, deja pensar que existían ya gentes con capacidad adquisitiva y un nivel de civilización suficiente como para realizar notables intercambios culturales.

El estudio de los dos tipos de espadas oriundas de Hispaniae nos va a permitir, no solamente conocer un poco mejor nuestro pasado ancestral, sino también y sobre todo, completar la imagen que tenemos de nuestros antepasados. En los combates de la antigüedad, la espada era el arma esencial en los combates. Las legiones romanas lanzaban las dos jabalinas que portaba cada soldado y a continuación atacaban con la espada. Por su parte, las falanges cartaginesas tenían tácticas similares. La espada era, en última instancia, el arma que contribuía a resolver los combates. Es altamente significativo que en el curso de la Segunda Guerra Púnica, las espadas que utilizaron uno y otro bando tuvieran un origen español. Casi veintitrés siglos después, los combates los resuelve fundamentalmente la superioridad aérea, tanto estratégica como táctica, podemos imaginar lo que supondría que los países de la Península Ibérica el ser, durante el período de la Guerra Fría, el suministrador de cazas y bombarderos tácticos a ambos bandos.

Los guerreros íberos al fallecer solían ser enterrados con sus armas para que pudieran seguir combatiendo en el más allá. El nombre de “Falcata” quería decir, precisamente, “compañera” o “bienamada” y era la pertenencia más preciada del guerrero íbero. “Arma sanguine ipsorum cariora” (“las armas eran más queridas que su propia vida”) había escrito Pompeyo Trogo sobre los pueblos de la Península Ibérica. Quesada recuerda que en varias ocasiones diversos distintos ejércitos celtibéricos se negaron a rendirse al exigirles los romanos abandonar sus armas, prefirieron ser aniquilados. Así ocurrió con los íberos al servicio de Cartago, sitiados por Marcio y con Viriato que estuvo a punto de entregarse a Popilio hasta que éste le solicitó las armas; en ese momento reemprendió el combate. El arma era lo que caracterizaba al hombre libre. El celtíbero “prefería morir luchando con gloria a que sus cuerpos desnudados de sus armas fueran entregados a la más abyecta servidumbre”, cita Diodoro Sículo. Por eso, íberos y celtíberos atribuían tanto valor a sus armas y por eso se habían preocupado por hacer de ellas, las mejores armas de la antigüedad.

La Falcata Ibérica

Los arqueólogos e investigadores han convenido que la Falcata era el arma por excelencia de la Península en la Segunda Edad del Hierro. Existen espadas con relativa similitud a la Falcata, pero ninguna igual, por lo que puede deducirse que esta espada fue ideada en nuestro territorio. Su forma es muy particular, fácilmente identificable y perfectamente estudiada para obtener el máximo resultado de cada golpe. Su hoja y su empuñadura son únicas. La hoja ancha y curvada, la empuñadura con la cabeza de animal. Abunda en la Península, especialmente en el Sur-Este, mientras que en el centro y Norte se encuentran habitualmente espadas de hoja recta. No existe ninguna duda de que las espadas curvas eran íberas, mientras que las rectas eran utilizadas por guerreros celtíberos.

Quesada describe así la morfología de la Falcata: “es una espada de mediado tamaño con una longitud media de unos 60 centímetros. Se caracteriza por una hoja ancha asimétrica, con un filo principal y otro secundario, de modo que en apariencia es un tipo de sable corto. La hoja aparece surcada por profundas acanaladuras, ocasionalmente decoradas con damasquinados de plata. Sin embargo, el elemento más característico de la falcata es su empuñadura, típica de un arma cortante, que se curva para abrazar la mano que la empuña y remata en la cabeza de un animal, ave o caballo”.

Al igual que el Gladius Hispanensis, la Falcata está forjada por tres láminas de metal soldadas entre sí. La central es más ancha y su prolongación forma la empuñadura, mientras que las extremas más delgadas. Se han encontrado medio millar de Falcatas en la Península Ibérica y varias decenas en Italia, llevadas por los mercenarios íberos que lucharon con Aníbal. La media de longitud es de 60,2 centímetros. Es pues un arma de infantería; su longitud sería demasiado menguada para poder ser utilizada por la caballería en un momento en el que el estribo todavía no se conocía y cualquier golpe demasiado enérgico que no alcanzara su objetivo podía desequilibrar al jinete. La mayoría de armas encontradas son del siglo IV a.JC., aunque se cree que las primeras armas de este tipo debieron forjarse en los siglos VI-V a.JC y hasta el siglo I a.JC apenas evolucionaron. La mayor concentración de Falcatas se encuentra en la provincia de Alicante y, luego, en la vecina Murcia.

Pero ¿por qué una forma curva de la hoja? El filo principal tiene una forma de “S” invertida con la parte cóncava más próxima a la empuñadura y la convexa hacia el filo. Esto hace que el centro de percusión se encuentre hacia la punta, mientras que el centro de gravedad está hacia la empuñadura, con el resultado de cargar peso sobre la parte del extremo y hacer que los golpes alcancen, por eso mismo, su máxima potencia sin desequilibrarse. El dorso de la hoja, no está afilado y es la parte más gruesa de la hoja. Esta forma de la hoja facilita golpear tanto con el filo como con la punta, siendo una de las pocas espadas que lo permiten.

Lo más sorprendente de la hoja son las acanaladuras que muestra. Algunas espadas tienen acanaladuras muy simples y en otras extremadamente complejas cubiertas de plata y con inscripciones y dibujos geométricos. Se ha discutido mucho sobre el significado y la utilidad de estas acanaladuras. Hoy se sabe que la explicación dada hasta hace poco es errónea. Las acanaladuras no sirven para que penetre aire en las heridas y esto genere gangrena; de hecho, cuando el filo de una espada ha penetrado seis o nueve centímetros en un cuerpo, con un tajo lateral, o bien más de cinco centímetros en un pinchazo con la punta, no hace falta que aparezca la gangrena, la víctima puede considerarse, prácticamente, por muerta. En realidad, las acanaladuras atribuyen a la espada nuevas cualidades físicas y mecánicas: de un lado, el metal que se sustrae a la hoja, hace que su peso total disminuya y de otro, las acanaladuras hacen que aumente la superficie de la hoja y, por tanto, su resistencia a los golpes, tanto frontales como laterales. En otras palabras, aumenta la resistencia y disminuye el peso.

En cuanto a la empuñadura de las Falcatas Íberas evoca la de las antiguas espadas griegas, especialmente cuando tienen formas de aves. Simbólicamente, la espada que silva con el viento, es que tiene alguna relación con el elemento aire y, por asimilación, con las aves. Lo sorprendente de la empuñadura es su pequeñez. Llama la atención e induce a pensar que la mano del íbero no era excesivamente grande. En realidad, la empuñadura está perfectamente estudiada para que todos los dedos, salvo el pulgar, la agarren cómodamente. Además tiene una estructura anatómica que contribuye a mejorar esta característica.

No se sabe mucho de cómo era llevada esta arma antes de los combates. Las vainas que se han encontrado están excesivamente deterioradas como para que nos den una respuesta exacta. Tampoco se sabe si se llevaba en el costado derecho o en el izquierdo, colgada del cinto o con un tahalí. Parece que la mayor parte de las fundas debían ser de cuero con cuatro refuerzos metálicos. En los dos superiores se encuentran las anillas de suspensión y, en algunas, se han encontrado pequeños puñales que se sostendrían con la presión ejercida por el metal sobre el cuero. El extremo estaría rematado por una bola.

A excepción de Bosch Gimpera, quien opina que la Falcata tiene un origen norpirenaico oriental, y habría pasado de los celtas de la Meseta Central a los íberos del Sur y Sur-Este, el resto de los arqueólogos e investigadores opina que se trata de un arma autóctona de origen íbero. En 1944, Bosch Gimpera rectificó algo su posición y afirmó que se trataba de un arma inspirada en los antiguos cuchillos griegos cretenses y minoicos, anteriores a las invasiones aqueas y dorias. La Falcata sería suficientemente similar a la “macharia” griega como para poder afirmarse que era hija de la misma inspiración. Esta arma llegaría a los íberos a través de los etruscos a principios del siglo IV. Otros autores han planteado un origen fenicio de la Falcata y otros han señalado que desde la Edad del Bronce se viene encontrando armas similares en el ámbito de la cultura de Mecenas e incluso en Egipto. Ahora bien, todos estos pueblos pertenecen a la misma familia de pueblos Mediterráneos, anteriores a la llegada de los indoeuropeos, así pues, no hay que extrañarse que existan ciertas similitudes en las armas que utilizaban, en la medida en que su psicología era la misma o muy similar.

Parece poco probable que a partir de las invasiones de aqueos y dorios, espadas con esta forma subsistieran en Grecia. La forma de combate que emanó desde las población de estos troncos indoeuropeos más puros, era en forma de “falange” en formación cerrada y utilizando la lanza como arma ofensiva. En esta formación solamente se recurría a la espada cuando el arma principal, la lanza, quedaba inutilizada. Los griegos y los romanos adoptaron la misma forma de combate y tipos similares de armas: la espada corta para el cuerpo a cuerpo, que mataba con la punta. La “machaira” no servía para esta forma de combate: era excesivamente larga y debía manejarse de arriba a bajo, dejaba durante el momento de asestar el golpe, desprotegida la exila y, además, existía la posibilidad de herir al compañero que combatía detrás. La “machaira” y el “kopis” griegos, eran espadas demasiado largas, adaptadas quizás para el combate sobre caballos, pero no para la formación hoplítica.

La Falcata podía utilizarse tanto de punta como por el filo, al igual que el Gladius Hispaniensis, pero así como la primera se utilizaba “preferentemente” con el filo y solo aleatoriamente de punta, en el Gladius sucedía justamente lo contrario. Ambas espadas eran polivalentes, pero cada una priorizaba determinado tipo de golpe, evidenciando, por otra parte, las características psicológicas de los guerreros que las empuñaban. La táctica del combate determina que la Falcata se utilizada de manera diferente ante cada situación. Mientras que la formación de combate era cerrada, las espadas sobresalían entre los escudos y tendían a herir con la punta al adversario, pero cuando, ya fuera por dispersión y persecución del adversario o bien por derrumbe de las propias líneas, unos guerreros combatían a distancia de otros, el golpe con el filo debía ser utilizado preferentemente.

Fue un arma que abarcó entre cuatrocientos y quinientos años de civilización. Las últimas encontradas se datan en el siglo I a.JC. Cuando la Falcata periclita, el Gladius Hispaniensis goza de su momento de gloria. Está presente en todos los teatros de operaciones, desde Bretaña hasta Palestina y desde la antigua Cartago hasta las fronteras con Germania. Pero en ese tiempo se ha producido un cambio la Península Ibérica. Los últimos rescoldos cántabros de insurgencia han sido incorporados finalmente al Imperio por las legiones de Augusto. De hecho, aquellos combatientes ya no utilizaban la Falcata, sino el Gladio. Los íberos habían sido vencidos y los celtíberos se habían incorporado a la romanidad. La civilización había arraigado en Hispania. El estilo que triunfó era el heredado de los pueblos aqueos y dorios, mucho más el estilo de Esparta que el de Atenas, que, por lo demás, también era común a los romanos de los orígenes. El hecho de que nuestra Hispania fuera incorporado a la romanidad tuvo como consecuencia el abandono de la Falcata, símbolo del vencido, y la adopción del Gladius Hispanensis, como característica del vencedor. Porque, por ironías del destino, la espada del vencedor también había sido diseñada y fabricada en la vieja Hispania.

El Gladius Hispanensis

A lo largo de 400 años, el Gladio fue diestramente manejado por infantes romanos y se dice que causó más muertes que todas las armas juntas en todas las guerras durante la Edad Media. Se afirma también que el Glaudius Hispaniensis es el arma que tuvo en su haber más víctimas hasta la invención de la pólvora. Polibio (VI, 23, 6, 7) escribe: “A este escudo le acompaña la espada, que llevaban colgada sobre la cadera derecha y que se llamaba “hispana”. Tiene una punta potente y hiere con eficacia por ambos filos, ya que su hoja es sólida y fuerte”. El historiador latino está hablando del “Glaudius Hispaniensis”, o “espada hispana”.

Cuando los griegos empezaron a frecuentar la costa mediterránea de la Península Ibérica, al regresar a tu tierra explicaron que Hércules había tenido dos hijos llamados celtas e Iber, de los que descendían los pueblos que habían conocido en el extremo occidental del Mediterráneo, íberos y celtas. Para el mundo clásico –y para nosotros mismos– Hércules está ligado al origen ancestral de Hispaniae o de las Hespérides. Desde aquella remota época, el alma de Hispaniae esta relacionada con el heroísmo y el combate (por Hércules) y con la muerte (al estar situada en el Oeste donde se pone el sol). Es posible que estas concepciones griegas derivasen de la influencia de nuestros primeros visitantes marítimos, los fenicios. Estos debieron introducir el culto a Melkarte, el Hércules fenicio y a Tania, diosa de la guerra. Cuando llegaron los griegos, comprobaron las similitudes entre íberos y otros pueblos del Mediterráneo. Éforo los relacione con los sículos y dice incluso que conquistaron la Península Itálica. Otros explican que la “Magna Iberia” se extiende desde el Ródano y el Garona a las Columnas de Hércules y que colonizaron el Norte de África. Otros autores clásicos emparentan los íberos con los oscos, los etruscos, los ausonios y los ligures.

Cuando aparecen los romanos, las tribus íberas ya estaban mezcladas con las celtas y en amplias zonas de la meseta se había llegado a la fusión. Estas mezclas étnicas, sin duda, generaron las luchas tribales que percibieron los latinos al llegar a nuestra tierra. Pero a pesar de los mestizajes, a los romanos les llamó la atención el que los habitantes de la Península practicaran una especie de culto a las armas, al heroísmo, al honor y a la dignidad, a la guerra y a la muerte en combate.

El Gladius se diferencia de la Falcata en que tiene una hoja bien recta y una punta pronunciada. Mientras que la Falcata solamente tiene corte por el filo principal, el gladio lo tiene por ambos lados y penetración por punción. Polibio añade que la mayor parte de los legionarios iban equipados con el Gladius Hispaniensis que junto con el pilum era su arma reglamentaria. La infantería pesada se protegía con un escudo rectangular alargado y utilizaba el gladio como arma ofensiva.

Los romanos habían adoptado de los indígenas hispanos, no solamente el Glaudio, sino también el capote militar de lana negra y gruesa (sagum), los pantalones (bracae) que, a su vez los celtas habían copiado de los escitas, y la jabalina (pilum). En el año 212 las legiones romanas admitieron, por primera vez a mercenarios de origen extranjero. Se trataba de celtíberos que trajeron consigo sus armas. Los romanos se limitaron a incorporar al gladio su propia empuñadura. Estas espadas constituyeron una gran novedad en las Legiones Romanas. Su punta afilada contrastaba con la que hasta entonces habían utilizado, roma y pensada solamente para cortar, no para pinchar. Esto implicó un cambio radical en las técnicas de combate.

El Gladius Hispaniensis es la versión celtíbera de la espada gala tipo de La Tène I. Los celtíberos de la Meseta Central se limitaron a modificarla añadiéndole diez centímetros más a la longitud de la hoja y realizar otras modificaciones menores en el sistema de suspensión y en la vaina.

Los primeros datos sobre esta espada llegan hasta nosotros a través del historiador griego Polibio que acompañó a Escipión en la mayoría de sus campañas y, naturalmente, en la hispana. Polibio nos habla de una espada “llamada iberiké” de cuyas características cita la “punta potente y que hiere con eficacia por ambos filos”. No cabe duda que está hablando al Gladius Hispaniensis. Algo más adelante la compara con la espada gala de la que dice que “hiere solo de filo”. Polibio, añade: "Se ha notado ya que, por su construcción, las espadas galas (machaira) sólo tienen eficaz el primer golpe, después del cual se mellan rápidamente, y se tuercen de largo y de ancho de tal modo que si no se da tiempo a los que las usan de apoyarlas en el suelo y así enderezarlas con el pie, la segunda estocada resulta prácticamente inofensiva. [...] Los romanos entonces acudieron al combate cuerpo a cuerpo y los galos perdieron en eficacia, al no poder combatir levantando los brazos, que es la costumbre gala, puesto que sus espadas (xiphos) no tienen punta. Los romanos, en cambio, que utilizan sus espadas (machaira) no de filo, sino de punta, porque no se tuercen, y su golpe resulta muy eficaz, herían, golpe tras golpe, pechos y frentes, y mataron así a la mayoría de enemigos" (Polibio, 2, 33). César, décadas después, mantendrá el secreto de la forja de las espadas romanas para evitar que los galos pudieran copiarlo. Al parecer, entre el relato de César “La Guerra de las Galias” y el tiempo en que Polibio acompañaba a Escipión en sus campañas, los galos no habían sido capaces de mejorar su tecnología de la forja.

En la Suda Bizantina, escrita en el siglo X, se coincide con lo expuesto por Polibio, pero se añaden unos datos preciosos: "Los celtíberos difieren mucho de los otros en la preparación de las espadas. Tienen una punta eficaz y doble filo cortante. Por lo cual los romanos, abandonando las espadas de sus padres, desde las guerras de Aníbal cambiaron sus espadas por las de los iberos. Y también adoptaron la fabricación, pero la bondad del hierro y el esmero de los demás detalles apenas han podido imitarlo".

Tito Livio realiza alguna referencia a la “espada hispana”: "Los galos y los hispanos tenían escudos casi iguales; sus espadas eran distintos en uso y apariencia, las de los galos muy largas y sin punta". (Liv. 22,46,5). Y, aún existe otra referencia en la que alude al efecto que esta espada causaba entre los macedonios hacia el año 200 a. JC: "acostumbrados a luchar con griegos e ilirios, los macedonios no habían visto hasta entonces más que heridas de pica y de flechas y raras veces de lanza; pero cuando vieron los cuerpos despedazados por el Gladius Hispaniensis, brazos cortados del hombro, cabezas separadas del cuerpo, truncada enteramente la cerviz, entrañas al descubierto y toda clase de horribles heridas, aterrados se preguntaban contra qué armas y contra qué hombres tendrían que luchar". (Liv.31,34).

Existieron distintos tipos de Gladios en función de los lugares en donde se han encontrado restos o de su procedencia. El mas antiguo de todos ellos es el “Gladius Hispaniensis”, a partir del cual fueron realizadas las distintas variantes posteriores, la más antigua de las cuales era el modelo “Mainz”. Su hoja llegaba a los 55 centímetros de largo por 7’5, como máximo, de anchura. Sus filos no eran completamente rectos y hacia la mitad de la hoja, mostraba un estrechamiento y su punta era larga. Inicialmente se creyó que éste modelo era el verdadero, ya que era una reproducción del modelo que las legiones conocieron en sus primeras incursiones en Hispaniae. Durante el siglo I d.C. el Gladius se estilizó. Los bordes de la hoja se hicieron rectos y la punta menos pronunciada. Ésta fue la espada de las legiones de Trajano. El “Fulham” era algo más estrecha, apenas cinco centímetros, y sus lados eran completamente rectos, salvo un ligero ensanche en la parte más próxima a la empuñadura. Finalmente, el tipo “Pompei”, tenía los filos completamente paralelos y la punta ligeramente más corta que los modelos anteriores. En los tres casos, la sección de la hoja era romboidal, sin acanaladuras.

El procedimiento de fabricación consistía en formar el alma de la hoja con acero bajo en carbono, mientras que los filos eran altos en carbono. La hoja se unía a la empuñadura mediante un vástago que se recubría con una cacha anatómica y con un clavo decorativo en el extremo. Se llevaban en el interior de una guarda, colgadas del lado derecho por una correa de cuero (tahalí) de 1,25 a 2,5 centímetros de ancho. La vaina disponía de cuatro anillos para colgarla de la correa. En los primeros momentos, la “Mainz” se colgaba del cinturón y la vaina tenía solamente dos anillos para fijarla.

Era un arma diseñada para perforar con su hoja de 60 centímetros de largo. Los maestros de armamento romanos habían comprobado que un corte con el filo de la espada no era necesariamente mortal, salvo que alcanzase algún punto vital del cuerpo y, ni siquiera era seguro que dejara fuera de combate, en cambio, bastaba con una penetración de cuatro o cinco centímetros con la punta para que la herida fuera, especialmente en el abdomen, casi siempre, mortal y, como mínimo dejara fuera de combate al adversario.

Además de su cualidad punzante, la sección romboidal del Gladio le confería una extraordinaria solidez y estabilidad. Esta espada demostró siempre su eficacia en el combate cuerpo a cuerpo y a distancia corta. La técnica de lucha con esta espada era muy simple. El infante debía estar protegido por el escudo con el que paraba los golpes de la espada del adversario, esperando encontrar el momento para clavar la punta del Gladio en el flanco descubierto o en el abdomen. Esta espada evitaba los largos movimientos de arriba abajo o transversales, que dejaban instantes de vulnerabilidad, sustituyéndolos por movimientos de atrás a delante. Evidentemente, se trataba de un arma ofensiva que servía muy poco en caso de defensa estratégica. Las mortandades que causó en Cannas y, ya manejada por los legionarios romanos, frente a los macedonios, atestiguaron su extraordinaria efectividad en el combate. Los romanos vieron como en los primeros choques con los celtíberos, su escudo era perforado por los soliferrum, tras lo cual el enemigo desenvainaba su espada corta y cargaba protegido por un escudo de origen celta. En una economía de esfuerzos excepcional, el único movimiento que realizaba el guerrero era mover el brazo perpendicularmente al cuerpo, hacia delante. El armamento romano, en esa época, estaba pensado para golpear al enemigo, pero al alzar la espada dejaba a cubierto su flanco, momento en el cual era atravesado por el Gladio.

El Gladio desorientó inicialmente a los legionarios romanos al llegar a Iberia; jamás habían encontrado una forma de lucha igual en sus anteriores campañas y, después de los primeros combates se convencieron de su superioridad. A raíz de estas experiencias, el Senado Romano decidió adoptarla como espada de ordenanza en sustitución de la espada griega hoplítita. Manejadas por los expertos infantes españoles en sus guerras contra Roma, estas formidables armas causaron tal terror en los legionarios romanos que el Senado decidió adoptarla como arma estándar en el equipo romano sustituyendo a la espada griega de hoplita. El genial pragmatismo romano logró superar esta táctica incorporando el escudo samita a la defensa del infante. Éste escudo era de mayor tamaño que el celta y ofrecía una mayor protección.

A pesar de que la palabra Gladio y Gladiador tengan la misma raíz fonética, no era la espada utilizada habitualmente por los combatientes del Circo. Estos utilizaban una espada extremadamente corta, de apenas 30 centímetros. El ciclo del Gladius Hispaniensis llega desde la Segunda Guerra Púnica hasta que se generalizaron los enfrentamientos con las tribus germánicas y las modificaciones de la estrategia romana hicieron que aumentara la importancia de la caballería. Para las unidades a caballo era preciso disponer de una espada más larga. Esta resultó ser la “spatha” copiada directamente los enemigos germanos y de la que deriva el término espada. La spatha tenía entre 70 y 100 centímetros de hoja y se generalizó en el siglo II para las unidades de caballería y a partir del IV también para la infantería. La spatha permitía el combate a distancia e intentar derrotar al enemigo mediante el tajo y no solamente con la punta. La spatha subsistió al hundimiento del Imperio Romano y modelos evolucionados se encuentran entre los vikingos del siglo IX a XI. Se suele aceptar que la spatha es un producto de la evolución que va del Gladius Hispaniensis a la espada medieval.

Metafísica de las dos espadas

Con relativa seguridad podemos reconocer en el Gladius Hispaniensis una espada de origen celtíbero o la evolución de una espada de origen celta, mientras que la Falcata es un arma utilizada por los pueblos íberos. En el estado de nuestros conocimientos parece poderse afirmar que mientras los pueblos íberos procedían del Norte de África y eran pueblos específicamente mediterráneos de los mismos troncos étnicos que minoicos, cretenses, etruscos o pelasgos, los celtas pertenecen al mundo indo-europeo. Al tratar de interpretar los datos facilitados por la hematología ya aludimos a la contradicción esencial entre ambos tipos de pueblos que se manifiesta incluso en la forma de las dos armas.

Los pueblos mediterráneos practicaban el culto a la Gran Madre, a la diosa, y eran fundamentalmente telúricos y lunares. Inevitablemente, la Falcata Ibérica ha sido comparada a las espadas de tipo asimétrico cuya forma evoca precisamente al perfil de la luna en creciente. Por su parte, los pueblos indo-europeos practicaban los cultos masculinos, viriles y solares. Cabré, arqueólogo español que dedicó algunas páginas al Gladius Hispaniensis, quiso ver en esta espada una prolongación del brazo elevado y con la palma extendida con el que los celtíberos saludaban al sol.

No se trata solamente de su origen, sino de cómo se incorporaron estas almas al gran conflicto en el mundo antiguo. La Falcata terminó incorporándose a los ejércitos cartagineses que penetraron en la Península Itálica durante la Segunda Guerra Púnica, mientras que el Gladius Hispaniensis se incorporó a las legiones romanas. En la lucha entre Roma y Cartago, el mundo antiguo vio el gran choque entre dos concepciones del mundo irreductiblemente opuestas entre sí. Los cartagineses, adoradores de Tanit y de Astarté, potencia comercial puesto al servicio de los intereses de la oligarquía comerciante, potencia naval por excelencia, fueron, finalmente batidos por los adoradores de Apolo y de Zeus, imperio político puesto al servicio del impulso civilizador, potencia continental. El enfrentamiento entre Tierra y Mar, entre Política y Economía, entre diosas telúricas y dioses solares, entre comerciantes y guerreros, se saldó con la victoria de Roma.

Sobre el territorio de la Península Ibérica, estas dos armas, Gladius Hispaniensis y Falcata Ibérica, diseñadas con dos concepciones diferentes para el combate, son, en última instancia, la prefiguración del drama de este país: en la más remota antigüedad, ya existieron “dos Españas”.

© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es

Anexo: Sobre el valor de la espada según el “Boewulf”

“Toma estos tesoros, tierra,

ahora que nadie viviente puede disfrutarlos,

fueron tuyos, en el principio;

permite que regresen.

La guerra y el terror han aniquilado a mi gente,

cegado sus ojos al placer y a la vida cerrada

la puerta a toda alegría.

Nadie queda para empuñar esas espadas y pulir esas copas enjoyadas;

nadie guía, nadie sigue.

Esos cascos forjados, adornados con oro, se enmohecerán y quebrarán;

las manos que deberían limpiarlos y pulirlos están detenidas para siempre.

Y esas cotas de malla, probabas en combate,

en un tiempo en que las espadas golpeaban

y sus hojas mordían los escudos y a los hombres,

se oxidarán como los guerreros que las poseyeron.

Ninguno de esos tesoros viajará a tierras distantes, siguiendo a sus Señores.

El brillante sonido del arpa,

el halcón que cruza la sala sobre sus alas ligeras,

el garañón pateando en el patio… todos muertos, criaturas todas

las razas, y sus dueños, arrojados a la tumba”.

Desde HispaniaSobretodo  con agradecimiento al autor

La fiel infanteria

La fiel infanteria

Aún no se había inventado la fotografía; pero aquel tipo, Velázquez, recogió el momento. Estábamos allí, engalanados como para el Corpus, y a lo lejos Breda estaba en llamas. La verdad es que nos habíamos ganado a pulso el asunto, después de ocho meses dale que te pego, tragando miseria en los parapetos; cavando trincheras, zapa va y zapa viene, con los holandeses haciendo salidas y acuchillándonos en cuanto cerrábamos un ojo. Pero allá ondeaba, en el campanario, el lienzo blanco, grande como una sábana. Al final les habíamos roto el espinazo.

Nos alinearon en el centro, capitanes delante, guardia de piqueros y mosquetes a la derecha, más o menos en orden, aupándonos sobre la punta de los pies para verle la jeta a los holandeses. El capitán Urbieta nos puso en las filas delanteras a los que teníamos la ropa menos harapienta, empeñado como estaba en que impresionásemos al enemigo con nuestra marcial apariencia. La revista de la mañana había sido un calvario: diez azotes por cada falta de aseo y descuido en la vestimenta. Como dijo Antonio Muñoz, mi paisano, para qué puñetas queremos impresionarlos más, capitán, después de que los hemos fastidiado así de bien, que hasta se rinden, los herejes. Si eso no es impresionar a esos hideputas, que baje Cristo y lo vea. Y Urbieta, la mano en el pomo de la espada, mordiéndose el bigote para mantenerse serio, recetando cinco latigazos y medio rancho para el pobre Antonio, por bocazas y por meter al hijo de Dios en estos lances.

El caso es que allí estábamos, en aquel cerro que se llamaba Vangaast o Vandaart o algo por el estilo, con una treintena de picas y otros tantos mosquetes como guardia de honor, con las banderas de los tercios y toda la parafernalia. El resto de las compañías en línea ladera abajo, la cruz de San Andrés desplegada sobre los morriones de nuestros piqueros, lanzas y más lanzas, y mosquetes, que era un gusto mirarlos hasta el llano donde estaba la artillería apuntando al valle y la ciudad. Y al fondo, difuminada y azul entre el humo de los incendios, con manchas de sol que iban y venían entre las motas grises de las fortificaciones y los edificios, Breda a nuestros pies.

Sitúense ante el cuadro y miren a los holandeses, a la izquierda del lienzo. Observen sus caras. Habían subido la cuesta despacio, tomándose su tiempo, como si los que iban a rendirse fuéramos nosotros. Y Justino de Nassau endomingado como para una boda, bajándose del caballo con cara de asistir a su propio funeral, mirando alrededor como un sonámbulo, intentando digerir la humillación mientras procuraba mantener el porte digno. Al pobre diablo le temblaba la mano que sostenía la llave de la ciudad. Algunos de sus oficiales eran muy jóvenes, demasiado para emplearlos en negocio como la guerra, crecidos en campos fértiles, con llanuras y ríos y graneros bien abastecidos, comiendo caliente desde renacuajos. Burgueses cebados y con mucho que perder. Había uno de sus cachorros, rubio e imberbe, jovencito, con casaca blanca y manos de damisela que, aunque destocado por el protocolo, miraba con desprecio nuestras botas con remiendos, las barbas mal rapadas, nuestras caras de lobos flacos, peligrosos y arrogantes. Y hasta tal punto galleaba el mozo que mi capitán Urbieta, que tenía el genio vivo, empezó a retorcerse el mostacho y a acariciar el pomo de la espada, sugiriendo una sesión privada de esgrima. Un compañero del holandés captó el gesto y, poniendo la mano en el hombro del joven oficial, lo reconvino en voz baja hasta que éste bajó los ojos humillado y furioso, a punto de romper en lágrimas. Demasiado tierno, como casi todos ellos. Así les había ido la feria.

A la derecha estamos nosotros; mi lanza es la tercera por la izquierda. En torno sonaban redobles, cascos de cabalgaduras, capitanes dando órdenes como latigazos. Y allí, descabalgando, nuestro general, con media armadura negra rematada en oro, cuello de encaje y banda carmesí, el apunte de una sonrisa en los labios, Ambrosio Spínola, el viejo zorro. Con aire de circunstancias, pero disfrutando por dentro el espectáculo. Al fin y al cabo, aquélla era su fiesta.

Lo que son las cosas de la vida. Cuando la gente se para ante el cuadro, en el museo, son Spínola y el holandés, el jovencito imberbe y la plana mayor de nuestro general, quienes acaparan todas las miradas. Nosotros só1o somos el decorado, el te1ón de fondo de una escena en la que hasta el caballo de don Ambrosio, sus cuartos traseros, parece tener más importancia. Y sin embargo, allí en Breda como antes en Sagunto, Las Navas, Otumba o Pavía, o después en los Arapiles, Baler, Annual o Belchite, quienes en realidad hacíamos el trabajo duro éramos nosotros. Los nombres dan igual, porque durante siglos fuimos siempre los mismos: Antonio de Úbeda, Luis de Oñate, Álvaro de Valencia, Miguel de Jaca, Juan de Cartagena... Con la España que teníamos a la espalda, no había otra solución que huir hacia adelante. Por eso éramos, qué remedio, la mejor infantería del mundo. Secos y duros como la ingrata tierra que nos parió, hechos al hambre, al sufrimiento y la miseria. Crecidos sabiendo lo que cuesta un mendrugo de pan. Viendo al padre, y al abuelo, y a los hermanos mayores, dejarse las uñas en los terrones secos, regados con más sudor que agua. A la madre silenciosa y hosca, atizando el miserable fogón. Salidos de ocho siglos de acogotar moros o de acuchi1larnos entre nosotros, crueles e inocentes a un tiempo, traídos y llevados a través del tiempo y de los libros de Historia so pretexto de tantas palabras huecas, de tantos mercachifles disfrazados de patriotas, de tantas banderas a cuánto la vara de paño de Tarrasa, de tantas fanfarrias compuestas por filarmónicos héroes de retaguardia. Fíjense en nosotros: siempre al fondo y muy atrás, perdidos, anónimos como siempre, como en todos los cuadros y todos los monumentos y todas las fotos de todas las guerras. Soldados sin rostro y sin nombre, carne de cañón, de bayoneta, de trinchera. La pobre, sudorosa y fiel infantería. Después, en los primeros planos y sobre los pedestales de las estatuas siempre aparecen otros: los Spínola que nunca se manchan el jubón, y que aún tienen humor y elegancia para decirle al holandés no, don Justino, faltaría más, no se incline. Estamos entre caballeros. El resto queda para nosotros: cruzar un río helado entre la niebla, en camisa para confundirnos con la nieve, la espada entre los dientes minados por el escorbuto. Levantarse y correr ladera arriba con la metralla zumbando por todas partes, porque al capitán, aunque es una mala bestia, nos da vergüenza dejarlo ir solo. Quedarte sin municiones en la Puerta del Carmen de Zaragoza y empalmar la navaja tarareando una jotica para tragarte el miedo, mientras los gabachos se acercan para el último asalto. Hacerse a la mar porque más vale honra sin barcos, dicen, en buques de madera ante los acorazados de acero yanquis. Morir de fiebre en la manigua, degollado en Monte Arruit por la ineptitud de espadones con charreteras. O cruzar el Ebro con diecisiete años mientras la artillería te da candela, el fusil en alto y el agua por la cintura, con los compañeros yéndose río abajo mientras en la orilla los generales y los políticos posan para los fotógrafos de la prensa extranjera.

Échenle un vistazo tranquilo al lienzo, sin prisas, e intenten reconocernos. Somos la humilde parcheada piel sobre la que redobla toda esa ilustre vitola de los generales y los reyes que posan de perfil para las monedas, los cuadros y la Historia. Y cuántas veces, en los últimos doscientos o trescientos años, no habremos visto ante nosotros, mirando con fijeza hacia el modesto rincón que ocupamos en el lienzo, un rostro de campesino, de esos arrugados y curtidos por el sol como cuero viejo. Un rostro parado ante el cuadro con aire tímido y paleto, dándole vueltas a la boina o el sombrero entre las manos nudosas, encallecidas, de uñas rotas. Los ojos de un hombre indiferente a la escena central del cuadro, buscando aquí atrás, en la modesta parte derecha de la composición, al fondo, bajo las lanzas, entre nosotros, una silueta confusa, familiar. Tal vez la de aquel hijo al que una vez acompañó un trecho por el sendero que conducía al pueblo, llevándole el hato de ropa o la maleta de cartón, liándole el primer cigarro. El hijo al que, ya parado en el último recodo, vio alejarse con su pelo al rape, las alpargatas y el traje de domingo, llamado a servir al rey. Hacia una guerra lejana e incomprensible de la que no habría de volver jamás.

Fíjense en el cuadro de una maldita vez. Nosotros le dimos nombre y apenas se nos ve. Nos tapan, y no es casualidad, los generales, el caballo y la bandera.

Arturo Pérez-Reverte| El Semanal | 1992
Desde HispaniaSobretodo  con agradecimiento al autor

Yo Acuso. Serafín Fanjul

Yo Acuso. Serafín Fanjul

 En estos días se presenta en Madrid el libro "Yo acuso" de la somalí Ayaan Hirsi Ali. El dramatismo del título viene avalado por un conjunto de circunstancias trágicas que rodean la vida de la autora en los últimos años. No es un capricho ni busca como objetivo una publicidad fácil provocada por una frase efectista. En verdad, Ayaan está cargada de razón para acusar a su religión, su cultura y su sociedad de origen por el nefasto peso que en su vida han tenido. La viejísima antinomia entre derechos individuales y colectivos, agravada por otra oposición no menos lamentable y, sin embargo, frecuente: civilización y barbarie. Sucintamente, los motivos de la joven para ejercer de fiscal son: mutilada de clítoris, fugitiva de su país y su gente para no verse casada a la fuerza y amenazada de muerte por haber colaborado con Theo Van Gogh en la producción del film que costó la vida al cineasta. Amén de que sus posturas de independencia y crítica racional frente al islam la hacen acreedora de una condena a muerte, máxime tratándose de una mujer. Igual que otras personas de la misma extracción y trayectoria, tiene vetado y vedado el retorno a su tierra so pena de la vida.

Pero Ayaan no se limita a denunciar el salvajismo que mutiló su cuerpo o la sumisión (islam) con que pretendieron someterla desde niña. Su grito va mucho más lejos y resuena muy cerca de nosotros, entre tanto multiculturalista frívolo prendido de elucubraciones en el vacío mientras se desentiende de la muy dramática realidad vivida por esos seres humanos a quienes, desde esta Europa tan cómoda, se condena al gozo de disfrutar su cultura primigenia. Una cultura de la cual sólo han obtenido horribles tragedias personales, desde el aplastamiento de derechos elementales, ya en la infancia, hasta el riesgo de ejecución brutal y sumaria por un mínimo desliz sexual, con la posibilidad casi segura de arrastrar una existencia reprimida y oscura, descalza en un patio encalado muy bonito –¡qué festín esteticista para postmodernos!–, abrumada de niños y soplando en un fogón de leña.

Todo pintoresco, folklórico, étnico: la progre de Chamberí tira unas fotos, no entiende nada y retoma el avión para regresar a la lánguida movida y, entre cubata y cubata, enseñar las placas probatorias del verdadero valor de las culturas auténticas, pujantes y vitales a pesar del colonialismo, el imperialismo y el eurocentrismo. ¿Se preguntará la otra, la que se queda escarbando en la cernada, qué rayos tiene que ver el imperialismo americano con que a ella puedan matarla a pedradas por dar un paso más largo que otro? A esa pregunta responde Ayaan y, si nuestra progresía conservase un adarme de honradez –hipótesis absurda, lo reconozco–, enmudecería abochornada. "La izquierda en Occidente tiene una marcada tendencia a culparse a sí misma y a considerar al resto del mundo como víctima –a los musulmanes, por ejemplo–, y las víctimas, a la postre, dan lástima, buenas personas que estrechamos en nuestro pecho (…) son críticos con las mayorías autóctonas en los países occidentales, pero no con las minorías islámicas: la crítica al mundo islámico, a Palestina y a las minorías islámicas se considera islamófoba y xenófoba. Lo que estos relativistas culturales no ven es que, al mantener temerosamente al margen de toda crítica a las culturas no occidentales, encierran al mismo tiempo a los representantes de aquellas culturas en su atraso. Detrás de todo ello están las intenciones más dispares, pero ya sabemos que el camino al infierno está pavimentado de los mejores propósitos. Se trata de racismo en su acepción más pura."

¡Olé! Ayaan enuncia con claridad meridiana algo de lo que estoy seguro desde hace tiempo: quienes por acá se apuntan entusiasmados al multiculturalismo no lo hacen meramente por pánico, frivolidad o ignorancia –que también– sino porque, en el fondo, siguen considerando, a través del paternalismo con que creen proteger al "Tercer Mundo", que se trata de gentes tan distintas a ellos mismos que no pueden recibir un trato igualitario en derechos y deberes; es decir, inferiores mentales disfrazados con un barniz de folklore. Y convengamos en que el relativismo multicultural viene al pelo en el empeño.

Ayaan, muy a su pesar, se suma al minúsculo grupito de musulmanes de origen, sobrevivientes a base de valor y desarraigo, refugiados en Europa y EEUU por ser impensable la mera idea de residir en sus países, junto a la tunecina Kalthoum Meziou, la siria Wafá Sultán, el también sirio Bassam Tibi o el anónimo paquistaní autor del libro "Por qué no soy musulmán". Componen una pequeña muestra del sufrimiento que el islam engendra en quienes no están dispuestos a padecer sus consecuencias, aun debiendo sobreponerse y sacar la cabeza del agujero mediante un doloroso proceso personal de extrañamiento y exilio, de lucha consigo mismos y con sus allegados y, por supuesto, arrostrando el peligro físico de ser asesinados por apóstatas.

Muertos a manos de fanáticos enloquecidos por la ignorancia y el odio a los disidentes inculcado desde niños, o fugitivos eternos como Salmán Rushdie, aunque siempre es preferible bandearse entre fugas que terminar como el periodista egipcio Farag Foda o el traductor japonés de Mahfuz; o como el mismísimo y flamante Premio Nobel, plegado tras el susto a las impertinencias del gran jeque de la mezquita de al-Azhar en El Cairo. Y, por cierto, dicho sea de paso: no sé qué encuentran de pecaminoso y ofensivo en la plúmbea y relamidísima novela "Hijos de nuestro barrio", causa de la fatwa contra Mahfuz y libro que, hasta la fecha, no se ha podido editar en Egipto. Y ya van cincuenta años desde su aparición en Líbano.

Ayaan Hirsi da ejemplo y, sin parar mientes en ello, abunda en el refrán egipcio: "frente a todo ojo censor se alza acusador un dedo". Suma y sigue.

Escrito por Serafín Fanjul para Libertaddigital 

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